¿Si cambiamos nuestros hábitos podemos cambiar nuestra vida? Según la escritora Gretchen Rubin, sí. Porque “los hábitos son la arquitectura invisible de la vida cotidiana”.

Eso quiere decir que podemos trabajar para acercarnos a la vida que soñamos con una buena dosis de compromiso y disciplina. Pero… ¿si lo que deseamos cultivar es el hábito creativo? Y si sentimos que no tenemos talento o que no somos para nada creativos… ¿también aplica?

Sí, también. La creatividad es un hábito y, por lo tanto, se apoya en buenas rutinas: que nos hagan bien, que sean fáciles de seguir y que se ajusten a nuestro estilo de vida. Como lavarse los dientes. Y nadie cuestiona esta rutina devenida en hábito, ¿no?

EL COMIENZO: LOS BUENOS HÁBITOS

El camino hacia los buenos hábitos está hecho de disciplina y compromiso. Y para lograr esa constancia, las rutinas ayudan a tener las prioridades claras, y evitar que el caos de la vida se interponga inexorablemente entre lo que deseamos y lo que tenemos que hacer.

Todos podemos conquistar buenos hábitos, incluso el creativo. La pregunta del millón es por dónde comenzamos para no fracasar en el intento.

Dicen los que saben que la clave es empezar por lo más fácil. Tan simple y real como efectivo. Una vez que completamos con éxito una tarea, por más mínima que sea, nos invade sentimiento de triunfo y empuje que nos pone automáticamente un paso más adelante.

Una forma sencilla de cultivar el hábito creativo es escribir como parte de nuestra rutina de todos los días. Escribir como una actividad de conexión interior y desconexión con los estímulos externos en dos momentos claves del día: a primera hora de la mañana y antes de irnos a dormir.

En lugar de chequear los mensajes del celular o hacer scroll en Instagram, podemos dedicar no más de 10 minutos a escribir. Aquí comparto dos ideas que cumplen con la premisa de este blog: son simples, son realizables y son divertidas.

RUTINA CREATIVA PARA INCIAR EL DÍA

Arranqué este proyecto con la necesidad de vivir más conectada con mi creatividad. Y desde entonces, hace ya casi tres años, voy explorando diversas formas de poner mis ideas en acción.

No podía faltar, claro, las famosas páginas matutinas que propone Julia Cameron en su libro “El camino del artista”. Se trata de escribir tres páginas como primera actividad del día, apenas te levantás de la cama.

Para alguien que escribe hace años, tres páginas son una cantidad razonable. Lo desafiante es hacerlo cada día… todos los días. Porque lo importante no es lo que dicen esas páginas sino el hecho de completarlas a diario.

Investigaciones sobre el cerebro confirman que la corteza frontal es más activa y predispuesta a lo creativo justo después del sueño. Mientras dormimos, la mente subconsciente vaga y hace conexiones contextuales y temporales… y la creatividad, después de todo, es justamente eso: hacer conexiones entre diferentes partes del cerebro.

Si tres páginas te resultan demasiado, podés darle tu propia vuelta de tuerca. Por ejemplo:

  • Escribir cada mañana durante un tiempo determinado, por cronómetro 5 0 10 minutos
  • Escribir una carilla cada día durante el desayuno

Con estas simples rutinas de 10 minutos o menos podemos cultivar el hábito creativo. Y también, mantenernos un poco más alejados del patrón estresante y repetitivo que nos zambulle al mundo de manera acelerada desde primera hora de la mañana.

RUTINA CREATIVA PARA TERMINAR EL DÍA

Cuando arranqué con mi primer diario de gratitud no esperaba que se convirtiera en parte fundamental de mi rutina. Fue hace unos cuatro años, más o menos, cuando tomé la decisión de llevar uno después de leer unas palabras de May Groppo (siempre reflexiva e inspiradora).

Ella planteaba más o menos esto: ¿Y si mañana cuando me levanto sólo tengo lo que agradecí hoy?

Mi dio un poco de vértigo, pero me lo tomé con calma. Me propuse agradecer cada noche, por escrito, tres cosas positivas que me hubieran pasado en el día.

Estoy segura de que, más allá de la temporada que estamos atravesando, siempre podemos encontrar algo para valorar y agradecer: la sonrisa de un hijo, el sol que se cuela por la ventana, un rico té. Todas esas pequeñas cosas que damos por sentado.

Y aunque los expertos afirman que bastan 21 días para crear un nuevo hábito, me llevó unos meses entrar en “modo gratitud”.  A medida que escribía, fui aprendiendo a terminar mis días de manera más relajada y positiva.

Y ese estado me predispuso a probar con otro ejercicio, inspirado en la frase de Thomas Edison: “Nunca te vayas a dormir sin pedirle algo a tu subconsciente”.

Antes de dormir, justo después de escribir mi diario de gratitud, empecé a anotar las cosas que estaba tratando de lograr (sueños, metas, ambiciones… todo) y a meditar un rato sobre ellas, justo antes de apoyar mi cabeza en la almohada.

EL HÁBITO CREATIVO: WORK IN PROGRESS

Hoy, la combinación de estas dos rutinas, me ayudan reflexionar con mayor facilidad y a estar abierta a probar nuevas variantes para estas rutinas creativas.

Porque no siempre consigo hacerlas funcionar con la precisión de un reloj suizo. Porque… la vida. Lo que sí aprendí es a disfrutar el impacto positivo que tiene en mí escribir todos los días.

Disfruto de tener cada vez más claridad en mis metas y, especialmente, de saber con precisión en qué deseo enfocar mis energías y mi tiempo.